miércoles, 28 de septiembre de 2011

el perdon


El Perdón
( 01 )
Texto: Mateo 18.15-35.
Reflexión:
“La calidad de vida proviene de la fe en Dios, mientras que, el “sentir” lo proporciona el estado anímico “Cuando una persona no perdona se daña la vida, a muchos les cuesta perdonar por poca voluntad que tienen, pues esta no les alcanza. Dios quiere ayudar a todo hombre para que tenga la capacidad de perdonar, porque quien no perdona se destruye así mismo. Hoy se tienen ideas muy equivocadas del perdón. El fundamento bíblico del perdón no es inicialmente para beneficiar al otro, como un gesto de gracia o misericordia de parte del ofendido La victoria la logra es quien perdona. Según la Biblia quien no perdona lo pierde todo. Por lo tanto el perdón no debe ser una opción de buena fe, sino de salud, restauración y salvación. “No perdonar es condenarse a pagar las consecuencias de lo que otra persona no hizo bien.” Quien no perdona asume consecuencias muy dolorosas”
“Aquí el texto me enseña que si me he sanado, puedo luego salvar a mi hermano que ha pecado contra mí, confrontándole mas no condenándole”
Todo ser humano debe valorarse, porque es en el programa de Dios. Una muestra que yo valoro mi vida por encima de lo que los otros hacen, es mi práctica del perdón, porque vale más mi buena condición que el daño que me puede generar una agresión de alguien. “Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mateo 18.15-20).
“Un hombre de Dios vive por: lo que sale de la boca de Dios y no por lo que dice el mundo”
Confrontar es poner de frente su propio pecado o error. El problema más frecuente es que los seres humanos siempre estamos viendo el error que la persona cometió y no el daño que la persona se hizo.
Las personas en sus conceptos religiosos tradicionales piensan que con ellos nadie se puede meter; pero la realidad es que de una o de otra forma todos los seres humanos tenemos que enfrentar alguna situación en relación con este tema. Por lo tanto el interés de este mensaje es: que tengamos herramientas para enfrentar la realidad que todo ser humano debe enfrentar en algún momento. Según la palabra de Dios el fin es: salvación tanto para la persona agredida como para el agresor porque ambos son afectados.
La parábola relata que un siervo debía a su rey diez mil talentos. Un talento valía más o menos seis mil denarios. Así que lo que el siervo debía a su Señor era nada menos que sesenta millones de días de trabajo lo que hace un total aproximado de ciento sesenta y cinco años de trabajo. La intención del Señor Jesucristo era que se considerara que era una deuda imposible de pagar. Sin embargo, el siervo pidió misericordia a su rey y éste le perdonó toda la deuda. Pero, al salir, se encontró con un consiervo que le debía cien denarios, es decir, cien días de trabajo. La diferencia entre ambas deudas es evidentemente enorme. Sin embargo, aunque su consiervo le pidió paciencia hasta que le pagará todo, él no quiso y lo echó en la cárcel. Su señor lo manda llamar y le hace una pregunta que también es para nosotros: “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (Mateo 18:33). El Señor termina esa parábola con una sentencia terrible para los que se niegan a perdonar: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”
(Mateo 18:35).
¿Tenemos algo que perdonar a nuestros hermanos, aunque sea algo muy grave? Dios nos dice:“¡Perdonad!”.
Y es que perdonar es una acción divina. Es un mandato divino.
“En la parábola leída encontramos que al siervo no se condena por no haber pagado, sino por su injusticia o pecado, al no querer perdonar al otro. ¿No cree que así le pasa a la mayoría de los seres humanos?, deseamos ser perdonados pero no perdonamos
Lo que hizo el escritor bíblico fue unir el tema del valor del ser humano y buscar la forma de salvarlo. Todo porque el ser humano es más grande que sus propios errores. Si usted ha cometido algún error por grande que sea recuerde: que Dios a través de la Iglesia tiene recursos para salvarlo independiente de lo que diga la gente o el mundo en general.
El Hijo del hombre vino a salvar lo que se había perdido”.
Con esto confirmamos que todo ser humano debe perdonar porque es su necesidad, no es algo opcional si se quiere tener sanidad y salvación. No querer perdonar es auto agresivo. Si a mí el Señor me perdona y yo no perdono, “esa actitud me condena”. Usted ya perdonó como el señor le perdonó?
( 02 )
Texto: Santiago 2.13
“No perdonar es una auto agresión” “Uno no disfruta el perdón hasta no reconocer el error de no hacerlo”
Que expresa mi perdón, que yo reconozco que el otro hace lo mismo que yo podría hacer por lo tanto yo no puedo condenar a nadie.
Uno perdona cuando reconoce que hay razones más grandes del error cometido. El perdonar no está, en que el otro venga y yo lo conmine o condene. El perdón esta en Dios, yo perdono porque Dios perdono y me enseña que es lo mejor para mi propio bien. Cuando yo perdono resuelvo mi problema y la vez estoy demostrando que esto es lo que yo espero que hagan conmigo cuando yo cometa un pecado.
Recuerdemos es irresponsabilidad dejarme dañar física, psicológicamente y espiritualmente porque otra persona me hizo una ofensa, que violó mi dignidad.
“Ningún perdón es condicional el verdadero perdón es incondicional”
Saque tiempo para orar y pedir ayuda al Señor para superar este mal.
Dios y el perdón
Con frecuencia ignoramos los enormes daños y mal que provoca la falta del perdón en un ser humano. Además de estancar el proceso de crecimiento espiritual, sentir algo contra alguien roba la paz y produce incluso enfermedades.
Y algo de suma importancia, va en contravía de los postulados bíblicos para una vida cristiana práctica. ¿La razón? El perdón es un principio para una existencia renovada y creciente.
En cierta ocasión al dialogar con sus discípulos, el Señor Jesús les instó al perdón. (Mateo 18:21, 22).
El perdón que viene de parte de Dios me libera del sentimiento de culpa, si yo no perdono al ofensor emocionalmente lo ato y me ato a él, esto produce en mi amargura que será peor que la ofensa que he recibido.
Hay que soltar al ofensor para recibir el perdón de Dios.
Nosotros somos quienes ponemos límites a perdonar, y yendo más allá, colocamos un rótulo imaginario a quienes nos rodean. Tal rótulo dice: "A este perdono", "A este no perdono". Si vamos con ese razonamiento ante el Señor Jesús, nos encontraríamos con la misma respuesta que le dio a Pedro: El perdón no puede ser determinado número de veces sino por siempre.
La falta de perdón pone tropiezo a nuestras oraciones
"¿Por qué nuestras oraciones no reciben respuesta divina?", se preguntan las personas con frecuencia. Desconocen un principio que trazó el Señor Jesús para los creyentes:." (Marcos 11:25).
Si nos atenemos a esta pauta, es necesario que nos pongamos a cuenta con las personas que nos rodean: padres, hermanos, cónyuge, amigos, con absolutamente todos.

El perdón al prójimo libera el perdón de Dios
En el evangelio leemos un principio que no podemos desconocer: (Mateo 18:35).
Si aspiramos el perdón divino --¡y bastante que lo pedimos cuando reincidimos en tantos errores que prometimos no cometer de nuevo!-- es necesario que primero, perdonemos. No olvide que el perdón forma parte de la naturaleza divina: "Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido." (Salmo 130:4).
"(Romanos 12:19-21)
Recuerde que el perdón encierra tres componentes: libera, limpia nuestro pasado y nos permite reemprender una nueva vida. No obstante, no es posible en nuestras fuerzas sino en el poder de Jesucristo. Él es quien nos sana las heridas de nuestro corazón para que veamos a quienes nos hacen daño, como hijos de Dios y con los ojos que los ve Dios.
( 03 )
El perdón es un acto propio de personas que han alcanzado cierto grado de madurez
Si tienes algún malestar que no se cura con remedios, pastillas, ungüentos o todas las terapias que puedan existir, entonces es tiempo que averigües si hay una o más personas a las que todavía no has perdonado.
El verdadero perdón debe modificar algo en nosotros y algo de la relación nuestra con lo sucedido; es un cambio interior.
Cuando perdono no solo libero al otro de la culpa sino que en primer lugar me libero a mí mismo. Estoy dispuesto a desatarme de los enfados y rencores. Superar las ofensas es una tarea sumamente importante porque el odio y la venganza envenenan la vida.
No podemos dejar el perdón de lado cuando hablamos de crecimiento personal, sería engañarnos a nosotros mismos, por eso siempre insisto en el perdón, muchas veces nos quejamos de estancamientos en nuestra vida y que las cosas no nos salen como queremos y muchísimas veces detrás de todo esto está la falta de perdón. Definitivamente el perdón es la opción cristiana ante un mundo inhumano. Saber perdonar es un arte del espíritu. Comporta, como mínimo, dos cosas:
Una es aceptar y entender al agresor. Esto no significa justificar algo que puede ser terrible; significa no derivar la experiencia de la agresión en odio al agresor, sino en entender al que hace el mal como persona, incluso en su malicia.

La segunda es todavía más difícil; es entender que la propia vida o la de los míos entra también en el ámbito del mal, que todos navegamos en la misma nave.
Para el Evangelio, perdonar comporta en su raíz aceptar también el propio pecado. Ambas cosas son posibles sólo en el ámbito de una experiencia, la del perdón de Dios, al otro y a mí mismo.

Saberse ya perdonado es el único clima que hace capaz al hombre de dar estos dos pasos; entender al que hace el mal y aceptar las propias limitaciones, sin negarlas.
Hoy miramos con horror el sufrimiento causado por las guerras y las revoluciones del siglo pasado, y las que continúan en muchas partes del mundo.
La justicia es necesaria, pero su exigencia puede llevar a durezas muy inhumanas. Quizá hoy podemos entender algo que antes parecía ridículo: la necesidad de misericordia.
Creo que es propio de una gran madurez entender la sabiduría escondida en el binomio «justicia y misericordia», los dos acentos que la experiencia cristiana descubre en el misterio de Dios Padre.
A continuación le invito a considerar unos pasos sencillos que le permitirán avanzar en el proceso de perdonar:
1.- Identifique con quién guarda resentimiento
Es probable que inconscientemente guarde resentimiento hacia alguien. A veces no podemos identificar por qué razón o cuando se produjo esa situación. Como nuestro corazón como bien lo anota la Biblia, es engañoso, la mejor recomendación al respecto es que pida a Dios en oración que le muestre hacia quién guarda un sentimiento encontrado y bajo qué circunstancias se produjo. Es esencial en el proceso de perdonar.
2.- Permita que Dios obre justicia
Recuerde que estamos llamados a esperar en Dios. Como lo anota el apóstol Pablo en el texto que leímos inicialmente, es nuestro Padre celestial quien debe tener en sus manos la justicia. Él lo hará. Obrar en nuestras fuerzas no hará más que agravar las cosas. Permitamos que nuestro amado Hacedor, como capitán y poderoso gigante en nuestras vidas, vaya delante de nosotros y aplique su justicia.
3.- Dispóngase a iniciar una nueva vida
Cuando perdonamos, emprendemos una nueva vida. Es tanto como tener delante las páginas en blanco de un capítulo de nuestra existencia que está apenas por escribirse. Ame a quien le causó daño. ¿Difícil? Sin duda, perdonar no es fácil en nuestras fuerzas, pero podemos lograrlo si le pedimos a Dios que nos fortalezca. Él lo hará y no solamente colocará perdón en su corazón, sino amor por aquellos que usted considera, han sido sus enemigos.
4.- No permita que lo rijan los paradigmas del mundo
El mundo maneja unos esquemas según los cuales, quien nos causa daño, se hace merecedor de la venganza. A lo largo de la historia de la humanidad ha sido así. Incluso, si usted toma justicia por su mano, todos alrededor lo comprenderán. Sin embargo, los cristianos no nos movemos por los paradigmas que nos traza la sociedad. Nuestro patrón de pensamiento y conducta toma como base la Biblia. Por esa razón, asuma en su corazón que el perdón es el deseo de Dios para su existencia.
No importa qué opinen los demás: usted y yo como cristianos, obramos como Él lo dispone en Su santa Palabra. Eso implica romper por supuesto, con los esquemas.
Creer en Cristo iniciamos una nueva vida y todo es hecho nuevo (2 Corintios 5:17).
Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean
Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio (ego).

La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

- Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa;
- Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta;
- No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto;
- En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría menor", recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.

Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.

Para saber perdonar necesitamos:

- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos pedir perdón.

Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

--Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
-- Pensar la manera de llegar a una solución.
-- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
-- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familias en donde se forma un verdadero torbellino de odios
Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.

Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

ODIAR ES DE HOMBRES NIÑOS, PERDONAR ES DIVINO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario